LFF2024: Anora – La stripper y el oligarca en el nuevo anti-cuento de hadas

Por: Natalia Albin | @_nataliaalbin

En “Anora”, las fórmulas Hollywoodenses funcionan precisamente porque Sean Baker sabe que las está usando, revirtiendo y mezclando. Baker no es un extraño en contar historias sobre las periferias, con “Tangerine” y “The Florida Project” demostrando su tacto. En su nueva entrega, otra que trata al trabajo sexual con respeto y convirtiéndolo en cómico con la sensibilidad que sólo alguien que conoce el tema podría hacerlo, Baker nos lleva a un cuasi-cuento de hadas en Nueva York. 

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No es el Nueva York que vemos normalmente: es un poco más sucio, un poco más caótico, un poco más realista. Y nuestro príncipe y princesa son… diferentes. La princesa es una stripper con un acento de Brooklyn marcado y el príncipe es el hijo de oligarcas rusos, pero en principio es la misma historia. O bueno, tal vez no tanto. 

La secuencia de introducción nos presenta a una serie de mujeres en cámara lenta dando lapdances a hombres en un strip club, cada una es repetición de la anterior con movimientos completamente profesionales – como si estuviéramos viendo cubículos de oficina – hasta que llegamos a Anora (que prefiere que le digan Ani). Mikey Madison, desde su primera toma, es completamente cautivante. Sabemos que aquí está nuestra princesa del cuento. 

Después de un arduo día de trabajo mostrando su encanto, dentro y fuera de su relación con clientes, el jefe de Ani le pide que salga al club otra vez a entretener a un ruso “con dinero”. Ani no está particularmente emocionada (no le gusta hablar con su ruso entorpecido, que dice sólo habla porque su abuela nunca aprendió inglés, ni siquiera usa su nombre completo para evitar la conexión), pero sabe que puede sacarle dinero y no es nada si no una mujer de negocios. 

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El ruso es Vanya Zakharov (que prefiere que le digan Ivan), un niño divertido que está en Nueva York para pasarla bien, interpretado por Mark Eidelstein con una magnífica energía Timotheé-Chalamesca que es lo suficientemente encantadora como para intrigar a Ani. Bueno, eso y su interés en gastar dinero. Después de darle un baile privado, Ivan le pregunta si hace trabajo “fuera del club”. Ani lo empieza a ver en su mansión, donde aparentemente vive sólo y sin compromisos, un verdadero niño sin frenos cuya única madurez viene de su uso de drogas y servicios sexuales. 

Acabando una fiesta de año nuevo, le propone contratarla por una semana como su novia. Una transacción justa: ella vive en una mansión, con viajes espontáneos a Las Vegas y todo lo que podría querer o necesitar y él tiene una mujer guapa a su lado para su último adiós a Estados Unidos. El príncipe y su nueva princesa – pero en el cuento de hadas contemporáneo la transacción sustituye al amor, y la promesa de riqueza reemplaza la magia. Pero los cuentos de hadas, como Sean Baker nos hace saber, sólo son cuentos. Y cuando Ivan le pide a Ani casarse con él, lo vemos como lo que es: un desastre inevitable. Pero para Ani, divertida por Ivan, es su boleto de salida – el principio de su vida como reina.

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Lo que viene cuando los papás de Ivan se enteran de Ani es algo que viene más de un thriller absurdo evocativo a una película de los hermanos Safdie. La ruptura del cuento de hadas se siente menos como un vaso de agua fría y más como un puñetazo (servido por Ani). El poder y dinero que tanto habían seducido a Ani se convierten en su pesadilla. 

La fuerza bruta de los padres de Ivan viene en la forma de Toros (Karren Karagulian), un sacerdote en la bolsa de los Zakharov, Garnick (Vache Tovmasyan) e Igor (Yura Borisov), quien se siente extrañamente cautivado por Ani. Vale la pena destacar la suave interpretación de Borisov, quien se convierte en la nueva línea de sensibilidad narrativa con pocas palabras y mucha empatía. 

Pero el corazón de la película, el elemento sin el que nada de esto funciona, es la impecable actuación de Mikey Madison como Ani. Nos hace entender su exterior pragmático y puntiagudo para poco a poco adentrarnos a la niña vulnerable de 23 años que vive adentro, la que a pesar de trabajar como stripper – viendo mucho de lo peor que los hombres tienen que ofrecer – todavía creía en los cuentos de hadas. Madison siempre ha tenido una presencia importante en sus proyectos, pero Baker la deja brillar como Anora, y a nosotros sólo nos queda agradecerle el regalo. 

El final de “Anora” re-afirma mucho de lo que Baker quiere decir en todos sus proyectos: que la vida se define en transacciones, que todos regresamos a los lugares que escapamos si no tenemos cuidado, que las relaciones humanas sólo pueden tener una base de generosidad si queremos tener la posibilidad de sobrevivirlas. Es suficiente decir que cuando terminó la película, la sala estaba en silencio completo, todos quedamos pasmados porque tal vez todavía hay películas que nos pueden hacer sentir así – que retoman todo lo que sabíamos sobre las fórmulas narrativas, las destruyen, restituyen, y nos dejan sin saber si llorar o reír. 


Natalia Albin

Es una escritora y emprendedora mexicana viviendo en Londres. Sus escritos generalmente examinan las conexiones entre justicia social, inmigración y feminismos con cine, arte y cultura.


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Una respuesta a “LFF2024: Anora – La stripper y el oligarca en el nuevo anti-cuento de hadas”

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