LFF2024: La Cocina – La caída del “Sueño Americano” (porque América no es un país)

Por: Natalia Albin | @_nataliaalbin

“La Cocina” es el tipo de proyecto que un director parece haber nacido para realizar. Alonso Ruizpalacios se encontró con la obra The Kitchen del británico Arnold Wesker cuando estaba trabajando en un restaurante popular, más no elegante, y decidió en ese momento que un día la iba a adaptar. Ruizpalacios toma la idea general de la obra y la hace totalmente suya en su cuarta entrega. 

En blanco y negro, abrimos con la Estatua de la Libertad, famosa por representar el sueño del inmigrante en Estados Unidos. Con tomas agitadas para recalcar el estrés de navegar el transporte público de una ciudad desconocida, conocemos a Estela (interpretada con perfecta inocencia por Anna Díaz), que con poco inglés intenta llegar a The Grill, un restaurante en medio de Times Square. Guiada sólo por el nombre de “Pedro”, quién dice es quien la mandó ahí, llega a una incómoda entrevista con el manager (Eduardo Olmos) de The Grill y consigue trabajo como cocinera, empezando de inmediato. No checan su identificación, documentos, ni siquiera su edad. Ese es el punto: cualquiera puede trabajar ahí, formando un crisol de sueños inmigrantes con tintes de olla de presión.

“La Cocina” toma todas las sensibilidades de un mexicano, tomando el contexto del “Sueño Americano” y su gradual desilusión. Con la mayoría de la película en Español – rompiendo con la idea de que por ser producción Estadounidense se tiene que cambiar la importancia del idioma de los inmigrantes, es una narrativa que viene de la tradición política latinoamericana. Hay momentos que se sienten casi incómodos de ver con audiencias internacionales, como si Ruizpalacios les estuviera diciendo secretos de ser mexicano que son demasiado íntimos como para difundir. 

El día que vamos a seguir durante la trama comienza con el robo de $800 dólares de la caja, soltando una tensa investigación sobre quién los tomó liderada por el manager, quién se posiciona arriba de los cocineros por ser hijo de inmigrantes mexicanos pero legalmente estadounidense. Constantemente afirmando que “es americano”, a lo que viene la contestación latinoamericana que “América no es un país”. La asimilación del manager a la idea del ser “Americano” es completa, algo que la primera generación de migrantes nunca tendría. 

En cuanto Estela encuentra a Pedro (Raul Briones en una actuación que es digna de lanzarlo como estrella internacional) en la cocina, la trama se mueve hacia él. Ella se presenta como su amiga de la infancia, ambos de Huauchinango, y le dice que la mamá de Pedro le aseguró que él le iba a encontrar trabajo en Estados Unidos. Entendemos también que tal vez Pedro sobre vendió su posición en The Grill.

Y dentro de toda la tensión, está la historia de amor cuasi-shakespeareana de Pedro, inmigrante indocumentado, y una mesera estadounidense – Julia (Rooney Mara), a quién ya conocimos a través de Estela, dándonos cuenta de inmediato que está embarazada. Esto la pone en una posición incómoda con Pedro, que quiere ser papá, mientras Julia está buscando un aborto. Es su relación la que va a hilar la tensión de la trama, dictando los humores de Pedro. 

Todas las actuaciones son importantes, desde Motell Gyn Foster como el chef tranquilo hasta la dureza de Lee Sellars como el head chef y Rooney Mara, constantemente entrando a un ambiente masculino, sostiene su posición como foco en la escena. Suave y vulnerable cuando nos la encontramos sóla, y enteramente distanciada y fría cuando lidia con las emociones de Pedro. Es un balance constante que viene en el ser mujer y que sólo puede demostrarse en una actriz con las sensibilidades y sutilezas que Mara destaca de proyecto en proyecto (claro desde su breakout en “The Girl with the Dragon Tattoo”). 

Ruizpalacios describe a las cocinas como un barco pirata, y esa visión se ve realizada en una brillante toma travelling de más de 10 minutos durante la hora pico del restaurante. Empezamos con los chefs para salir al restaurante con meseros y seguirlos de regreso al caos de la cocina que cada vez aumenta como una tormenta que podría, en cualquier segundo, voltear el barco. La cámara se convierte en testigo del colapso inminente de una tripulación al borde del naufragio. Es una toma tan evocativa y bien realizada que podría ser de las definitivas en la carrera del director de fotografía, Juan Pablo Ramírez.

Se sigue inmediatamente por un momento de tranquilidad y el mayor silencio que se escucha en toda la película con los chefs fumando y tomando en el callejón detrás del restaurante, hablando sobre sus sueños. Pasar de un clímax en la acción narrativa al clímax temático en tomas tan contrastantes es de los detalles que hacen de la dirección de Ruizpalacios algo que admirar. 

“La Cocina» no es solo un reflejo de la lucha inmigrante, sino un análisis profundamente íntimo de las relaciones humanas dentro de sistemas destinados al fracaso. Es un filme que, lejos de ofrecer respuestas, nos deja cuestionando si, en el caos, se puede encontrar una salida digna. 


Natalia Albin

Es una escritora y emprendedora mexicana viviendo en Londres. Sus escritos generalmente examinan las conexiones entre justicia social, inmigración y feminismos con cine, arte y cultura.


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