Por: Amira Ortiz Azuara | @unazuara

Ganadora del Premio Mezcal a la Mejor Dirección en la más reciente edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), la directora jalisciense Isabel Cristina Fregoso estrenó La Arriera (2024), su primer largometraje de ficción. Ambientada en el Jalisco de los años 30s, la cinta narra el viaje de autodescubrimiento de Emilia (Andrea Aldana), una joven que sale del lecho familiar en búsqueda de su deseo. Cuando las tensiones en el hogar adoptivo, junto a sus “primos” Caro (Ale Cosío) y Martín (Luis Vegas), explotan, la protagonista emprende la salida haciéndose pasar por un arriero. En entrevista telefónica para Girls at Films, desde Mascota, Jalisco, la también documentalista habla sobre la capa queer de su historia, las particularidades de hacer cine en provincia y el lugar del deseo en la creación.
Girls at Films: El drama de época, la comedia ranchera, el drama provinciano fueron piezas fundamentales para el imaginario de cierta mexicanidad, fundamentalmente mestiza y heterosexual. En La Arriera encontramos un retrato sobre las mujeres queer y la identidad wixárika. ¿Cómo se encontraron esos dos mundos? ¿Qué consideraciones creativas hubo al respecto?
Isabel Cristina Fregoso: Esos mundos conviven cotidianamente y en aquel tiempo mucho más, hace un siglo más o menos. (…) La población rural e indígena (sin embargo) no está representada en la pantalla. Ahí hay una segmentación, un elitismo y una marginalización. Yo vengo del documental, a mí lo que me gusta contar son historias que no están representadas en la pantalla y pues eso tiene que ver con el color de piel pues casi siempre las protagonistas tienen un origen más citadino. La heteronorma está presente, pasan muchas más cosas fuera de la pantalla de las que podemos ver, tristemente. Entonces de ahí surge, a mí siempre me ha interesado la naturaleza, el origen de esta cosa mexicana. (…) Y mi origen ranchero, aquí en Mascota siempre nos ha gustado el mariachi… (Está) mi papá, mis tíos y esta parte de masculinidad ranchera.
GaF: ¿Qué tiene el drama de época que te llama? ¿Cuál es tu relación con esas referencias?
ICF: A mí la época me gusta mucho. De hecho hice un corto que se llama Cristeros y federales (2011), ahí lo que me interesaba era que en Jalisco, el Bajío, se hubiera dado una guerrilla y que defendía su derecho a la libre expresión de su religiosidad. (…) Me gusta la época porque el cine nos da esa posibilidad de vivirlo casi en carne propia. Me entusiasma mucho hacer ese trabajo, (…) es como una máquina del tiempo y entonces ir hacia atrás, y por lo menos recuperar cosas se me hace interesante porque no están y creo que cada vez nos desconectamos más y estamos muy en los clichés de cómo éramos, de cómo somos, de los roles, de géneros, de orígenes, de los territorios. Creo que revisar y ver desde otro modo esas narrativas que traemos a cuestas nos puede también liberar de una manera, como desbloquear esas energías guardadas.

GaF: Tu corto La polveada (2018) comparte con La Arriera similitudes en su planteamiento: la figura del arriero, el papel del animal de compañía. Cuéntanos qué sembró este proyecto para la génesis de la historia de Emilia.
ICF: En ese tiempo yo tenía una beca del Sistema Nacional de Creadores. Trabajaba en el vínculo profundo entre los caballos y el humano, a partir de ahí elegí tres personajes: una amiga que es muy competitiva en la doma clásica, un señor que cruza la ciudad todos los días porque trabaja en una calandria -en Guadalajara es muy común- y esta historia de mi abuelo, que siempre tuvo machos y mulas, no yeguas. De ahí dije voy a hacer un cortito que pretendía ser un documental. (…) «La polveada» era una de las mulas de mi abuelo. Esa historia trataba de ese niño arriero, que fue él, y su relación campo y con el caballo. Cuando empecé a hacer esa investigación me fascinó el mundo de los arrieros y dije hay que seguirle. (…) A mí me gusta hablar de cosas que nos pasan a las mujeres o les pasaron y entonces dije cómo haríamos que fuera una mujer y cómo sería una arriera y así se fue tejiendo poco a poco y pues está esa cercanía con los caballos.
GaF: No es la primera vez que trabajas con actores profesionales, pero sí la primera en la que diriges a un ensamble mucho más amplio y también está el hecho de que trabajas con debutantes, como es el caso de tus actrices protagónicas (Andrea Aldana y Ale Cosío). Háblanos del proceso de cast y de tu acercamiento en la dirección de actores contemplando estas particularidades.
ICF: Fue un proceso muy interesante porque el trabajo anterior, La polveada, se presentó en Guadalajara y ya. Si la película solita no es un garbanzo de libra pues ya valió, porque te quedas en la periferia y no hay poder humano que te saque de la periferia. Entonces estaba un poco sacada de onda, pero dije voy a escribir este largometraje. (…) Fue un rollo porque yo para ese entonces ya estaba en la Ciudad de México, por suerte conseguí que Edher (Campos) leyera el guión y que le gustara y que creyera en que podíamos hacer una buena película. Eso para mí fue fundamental porque tener un productor tan profesional como él y después con Regina (Vergara Perezcastro) que se sumó pues ayuda mucho a que tú pienses que es posible.
Definitivamente creo que el casting es a partir de la intuición, también que en la comunicación que estableces con el actor tienes que encontrar un rasgo, algo, que te conecte y que te diga que sí puede llegar al personaje. Y entonces sí fue un casting muy difícil. Estuvimos (…) casteando muchísimas actrices buenísimas y no llegábamos porque algo no encontraba, entre que (la protagonista) tenía que tener un perfil de origen indígena, una fuerza pero también una tristeza, melancolía, hay cosas que están ahí… Y la verdad es que estoy muy contenta, me siento contenta de no haberme ido tan fácilmente, de tomarme el tiempo y aguantar la presión porque también ese es el trabajo.
Volviendo a los caballos también era importante que tuvieran esa cercanía (con los actores). Yo he trabajado en procesos de coaching asistido con caballos entonces dije debe funcionar para los actores también. Entramos en un proceso con Mariano, encargado de caballos y Julia, script. El proceso también tenía su parte con Ana Lourdes López, coach de actores. Ella venía, trabajábamos con caballos, leíamos el guión. Creo que sí fue un trabajo, si bien no muy largo, sí intenso y fue muy bonito.

GaF: La Arriera es una ópera prima de época filmada en Jalisco. ¿Qué implicó esto en el trabajo conjunto de los departamentos: la fotografía de María Sarasvati Herrera, el vestuario de Lupita Peckinpah, etc.?
ICF: Yo creo que el guión conectó con todos y esa era la primera cosa a resolver. Platiqué con varios fotógrafos y con María casi que me dijo exactamente el sentido de que como yo estaba tratando la peli. En el caso de Lupita, para mí fue una cosa grandiosa, es una gran profesional también muy sensible. Con la película cada uno conectaba y eso ayudó mucho porque fue complejo el rodaje, era pandemia. (…) El campo ayudó mucho porque, a pesar de alacranes, arañas, garrapatas, es muy reconfortante la vida cerca de la naturaleza. Había una energía, un compañerismo muy padre y de exploradores. Filmamos en Jalisco, salvó la playa final en Patzcuarito que está en Nayarit y algunas partes ya también cerca de la playa porque es un recorrido en el que también se van viendo los cambios de la vegetación. Emilia también se va quitando la ropa conforme se va descubriendo más quién es ella.
GaF: Alrededor de Emilia y Caro hay una constante amenaza, lo pondría como ciertas presencias masculinas. Por ello la aparición del personaje Jesús, el joven con el que Emilia se encuentra en su huída, me parece una adición interesante al mapa de las masculinidades de tu cinta. Incluso en decisiones formales, como el desnudo frontal del actor, me parecen interesantes hablando del deseo femenino. ¿Qué reflexiones hay ahí?
ICF: (La intención) no era hacer un discurso de “es que son muy malos los hombres”. Finalmente todos somos parte: a ellos les toca la parte del privilegio en el patriarcado pero nos jode a todos. El mismo Martín, un joven que apenas va creciendo y ya le está tocando a él la cultura y la educación del cómo debe ser (un hombre) para no perder el privilegio. También hay otro tipo de hombres, ese que dice “estuve en la bola y también en los cristeros, pero ahora soy un hombre libre”. Es justo también plantear que existe esa posibilidad, también de los hombres, de que de que sean libres, de que tampoco acepten la imposición ni la obligación de ser de una u otra forma.
Este discurso diferente (va también sobre) los cuerpos desnudos, que casi siempre son los femeninos. Ver un hombre desnudo, además de un hombre libre y ver un poco también de (la idea de) Adán y Eva y jugar con los géneros, porque ella (Emilia) ahí supuestamente es un hombre. Creo que sí logramos que se vea así, son cosas que yo buscaba al inicio pero que definitivamente saltaron en el rodaje. Cuando ellos están juntos en la cueva, por ejemplo, sí hay quien lo cacha.
GaF: Entre tu reparto de actores me parece que la aparición de Mayra Batalla, unas de las representantes de una nueva generación de actrices mexicanas jóvenes bien consolidadas, hace eco con el encuentro entre Emilia e Inés: una generación en diálogo con otra, diciendo ‘no soy tan distinta, compartimos el ímpetu transgresor’. ¿Cómo se formó esta idea en guión y cómo se consolidó con tu cast?
ICF: Yo tenía ganas de una mujer, además de las rebeldes, más sofisticada. Había en ese tiempo también mujeres que ya tenían la experiencia, una fotógrafa en este caso: Micaela, de la que hablan, una mujer artista que le gustan ciertas cosas distintas a las que comúnmente esperarías. También había mujeres preparadas, pues hablamos de que de Mascota es Esther Fernández, la primera actriz de Allá en el rancho grande (1936). (…) Que Emilia pudiera encontrar esa referencia de un mundo nuevo, de una manera diferente (de vivir) se presenta también así como el mar, si tú quieres lejano, pero no tanto, y tan amplio. La idea de esta mujer que está bien con su vida, que está contenta, aunque tiene la melancolía del amor perdido, está. Es una mujer que le da (a Emilia) el referente que está buscando.
GaF: ¿Dónde están las historias queer con final feliz? es una pregunta recurrente de las audiencias jóvenes. El desenlace de tu película es esperanzador pues hay espacio para que el deseo femenino conquiste. Cuéntanos que representa para ti y tu audiencia este cierre.
ICF: La violencia de cierta presencia masculina la hemos visto no solo en el cine sino en la realidad cotidianamente. (…) Tantas historias que son reales, que nos han pasado y sentí que no era necesario mostrarlas. (En la película) está por ejemplo el vecino. Caro está sola en un rancho, la audiencia piensa que algo va a pasar (…). En general en mi trabajo hablo de esa resistencia, de las posibilidades y se queda medio abierta (la interpretación).
Se me hace lindo cómo se va construyendo la propia experiencia femenina, esa narrativa en la película y creo que eso es lo que le pasó al público, que la van sintiendo desde una experiencia ya también de años, ancestral, de lo que nos ha tocado como mujeres y hombres también y esa parte de la violencia. (…) Esas historias violentas ya las conocemos, las llevamos tatuadas en el corazón. Que ellas pudieran huir, que Caro dijera ¡vámonos pues!, no sé qué quiero pero esto no es. Esa es la clave, es deseo femenino puesto en acción.
GaF: Entre la disidencia, diría que especialmente la millennials y genz, resulta innegable la importancia identitaria de la enunciación: soy, me reconozco, estoy orgulloso de. Personalmente encuentro enriquecedor el detalle de no definir en una etiqueta la sexualidad de tu protagonista, incluso desde la sinopsis de la cinta premiar el lugar del deseo. Emilia desea y toma decisiones que la llevan a conquistar ese deseo. Me preguntaba si esta es una decisión consciente tuya como creativa o simplemente fluyó así.
ICF: Sí fluyó así porque creo que lo que nos sobran son etiquetas y eso es parte de lo que nos ha restringido un poco el goce y el placer. Decimos (…) por qué si siento algo con esta mujer, no puedo desprenderme de mi educación y ser libre. Creo que las etiquetas son las que nos han impedido cumplir nuestros deseos, nuestros objetivos, cosas más profundas. (…) Siempre hay una exigencia. En las mujeres particularmente tenemos que ser una gran mamá, una gran pareja, novia, una gran mujer, tener todo claro, esa es otra etiqueta. A veces nos gusta una cosa y resulta que no, que nos enamoramos de quién no tenemos que, supuestamente. Mi idea era hablar sobre la libertad y cómo esto es bueno para la salud, básicamente (risas).
GaF: En junio La Arriera vio su estreno en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara. Una película de provincia se vio por primera vez en la provincia. ¿Qué representó para ti el proceso? También me gustaría ahondar en tu perspectiva como creadora jalisciense en cuanto a no solo ver al estado como un escenario sino como una industria con creativos nativos operando ahí.
ICF: Es muy importante que se filme en todos lados, en todo el país, porque hay muchas historias. (…) En todas las regiones hay historias y mucha identidad, identidad diversa a la que conocemos. (…) El centralismo nos ha afectado a todos. Yo estudié cine en el CUEC (ahora ENAC), pero en ese tiempo no había una escuela de cine en Guadalajara. Era raro que yo, de Guadalajara, estudiara cine, creo que no había otra mujer de Guadalajara en ese tiempo. La escuela de cine en Guadalajara se creó hace como 15 años y siendo que aquí en Jalisco ha habido cines casi desde los inicios, creo que es importante que haya una industria. Que la sección (Hecho en) Jalisco, del FICG, tuviera 9 películas es increíble.
GaF: Poniendo como referencia el viaje de Emilia: salir del hogar, encontrar aquellas figuras que tanto anhelaba, tener sus propios desencuentros, hacerse de sus aliados, ¿cuál fue el viaje de Isabel? ¿Cuál es el recorrido de una joven jalisciense para convertirse en directora y hoy tener su primera película de ficción?
ICF: Ahora, definitivamente, sí se puede, cada vez más y de forma más sencilla. Hay más herramientas para lograrlo, nosotras venimos de un camino atrás, los jóvenes de ahora y mi generación y las ancestras… es un camino largo. (…) Creo que nos toca a nosotras providenciar. El viaje para mí fue y es no darme por vencida en cuanto a buscar lo que yo quiero, lo que lo que a mí me gusta, como en ese diálogo a Emilia de “¿qué le pasó a una chiquilla para andar así?” y que ella dice “querer, nomás”. Desde querer pensando en el amor y el querer por el simple hecho de desearlo. Sigamos en la búsqueda de nuestro deseo, saber que sea el nuestro y no el de alguien más que estamos encarnando.
GaF: ¿Qué sigue en la ruta festivalera de La Arriera y cuándo podremos verla en cines?
ICF: Siempre es tan complejo el proceso cinematográfico y estrenar una película es un milagro. Filmar es muy complejo pero entrenar, que se vea en pantallas o plataformas, todavía más. Somos el cuarto país consumidor de cine (del mundo), no puede ser que las películas que producimos no tengan garantizada una pantalla. (…) La respuesta del público del festival (FICG) fue muy emotiva. El destino es incierto. Pero bueno, nosotros hacemos nuestro trabajo, tocando puertas y a ver qué pasa. Y yo a seguir filmando, que también mis hijos ya corren por su cuenta, y estoy interesada en poder pronunciarme a través del cine.
Para seguir las novedades de La Arriera consulta las noticias de su productora Machete.









Deja un comentario