Por: Alejandra Bernedo
Creadora, musa, icono de la moda: Charlotte Gainsbourg es una de las figuras más excepcionales del mundo artístico francés y del circuito indie. En sus propias palabras, su personaje en Los pasajeros de la noche (2022) (actualmente en salas en México), comparte varios aspectos con ella. Esta historia, ambientada en el París de los 80 (época en la que Charlotte fue adolescente y vivió la separación de sus padres), la tiene en el rol de una madre tímida y protectora con sus dos hijos adolescentes (hoy ella es madre de tres hijos) que vive dificultades de su matrimonio que contrastan con los tiempos en que la esperanza por el cambio avanza y le permite encontrar una vía para exteriorizar parte de sí misma. Sus personajes siempre han tenido un sello particular. Un aura que, tras más de 60 filmes y varias producciones musicales, sigue intacta y navegando entre las artes.

Charlotte dice que le gusta ser muy física en el trabajo actoral, pues no lo es tanto en la vida real. Entre sus películas, se encuentran tanto rom-coms como Cómo casarse y mantenerse soltero (2006), una coming-of-age como lo es L’éffrontée (1985) -que le valió el premio a la Mejor promesa del cine francés-, un musical experimental inspirado en los temas de Bob Dylan como I’m not there (2007) con Heath Ledger, y ser dirigida por cineastas tan contrastantes como Yvan Attal (su esposo), Michel Gondry, Alejandro González Iñárritu, y Lars Von Trier.

En cintas como Anticristo (2009) y Nymphomaniac (2013), Gainsbourg performa escenas con un nivel de exigencia evidente por la sexualidad, desnudez y fuerza tanto corporal como espiritual que requieren. Es por esto que es curioso o hasta extraño escucharla hablar con timidez de sí misma, de su aspecto, de lo difícil que le resultó reconciliarse con el aspecto de su cuerpo y de cómo aún no lo consigue con su rostro. Suele lucir un maquillaje natural, lleva una melena siempre al viento, algo alborotada, y se puede notar una paleta de colores definida en la ropa que usa -negro, blanco, tonos terrosos, con algunos asomos de rojo y azul-.

El resplandor de su sencillez es parte de lo que la convirtió en la musa de Nicolas Ghesquière, amigo suyo de muchos años. Ella es considerada por las revistas de moda como un referente del estilo parisino.

No ha habido época en la que Charlotte no haya estado rodeada de cámaras. En parte, es porque se trata de la hija de dos de las figuras más emblemáticas y sensuales de la cultura francesa como Serge Gainsbourg y Jane Birkin. Por otro lado, también lo es porque ha participado en producciones cinematográficas y musicales desde pequeña. Algo que ha comentado Charlotte en algunas ocasiones ha sido lo difícil del proceso de Jane B. por Agnès V. (1988), por tener al equipo de rodaje de Agnès Varda en su casa todo el día por una temporada. Esta película explora aspectos diversos del trabajo artístico de su madre. Sobre Jane, suele decir en entrevistas cuánto valora lo mucho que la protegió de la prensa, y sin embargo, la relación entre ambas fue compleja.

Durante su infancia, Charlotte se sintió intimidada por la belleza de Jane, a la que veía como si fuese una diosa, mientras que Charlotte se vestía con prendas más ‘masculinas’ y llevaba los cabellos cortos. Birkin contaría luego que ella también se sentía un tanto insegura en presencia de su hija, que era un privilegio el estar juntas y que llegó a pensar que quizás no era suficientemente buena madre para ella.

En Jane por Charlotte (2021), la primera cinta de Gainsbourg como directora, donde explora la relación entre ambas, como madre e hija. Un detalle al respecto, es que ella no considera que este sea su debut en la dirección cinematográfica, pues siente que no se desarrollaría su carrera en el oficio al ser capaz de ‘solo poder hablar de cosas personales’, como le dijo a El País en una entrevista del 2022. Para la vastedad de su carrera y la peculiaridad de sus vivencias, Charlotte es muy humilde y a veces hasta dudosa de su capacidad creativa.

Públicamente, cuenta con frecuencia que no ve las películas en las que ha actuado, ni escucha la música que hace. Se siente muy insegura de la calidad de sus letras y no le agrada del todo su voz. ¿Qué mueve a Charlotte entonces, si no es la confianza de estar haciendo algo en lo que es buena? Y es que el expresarnos no solo se hace mediante una conversación, sino también a través del movimiento del cuerpo, de darle ritmo a la voz, de escribir lo que no parece ‘útil’ pero sí lo es: es necesario y es natural. Es este amor por lo natural, en combinación con su timidez, lo que le dio el impulso de flotar entre diferentes formas de expresión artística. “Sé que es una contradicción, es raro. Pero para mí tiene sentido porque la timidez te obliga a hacer cosas para no quedarte atrás. Y cuanto más extremo, mejor”, cuenta.

El 10 de abril, se estrena en Francia Nous, les Leroy, su más reciente película que es, cosa curiosa, una comedia. Dice que se le hace más fácil llorar, pues para hacer reír hace falta sentir mucha confianza. Es un género fuera de su registro, y esto es lo que la hace feliz. Es un pez que disfruta, a veces, salir del agua para hallar su fortaleza. He ahí una cosa más que nos puede inspirar de ella.

Alejandra Bernedo
Historiadora del arte, crítica de cine e investigadora cultural.









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