Film Review: Trenque Lauquen – Perderse también es camino (y no es perderse).

Por: Pamela Muñoz @pulgosaa

Trenque Lauquen (2022) es la última película de la directora argentina Laura Citarella, seguida de Las poetas siguen a Juana BignozziLa mujer de los perros, y Ostende. Al parecer hay un par de constelaciones sobre temas recurrentes en sus películas: la literatura, y resolver algunos misterios que heredan otras mujeres. Una genealogía enigmática envuelve su ficción. Y precisamente, si hay algo que hace la literatura es encontrar hallazgos personales de otras mujeres que resuenan como un eco en nosotras mismas. Eso es una de las maravillas de Trenque Lauquen. Laura Paredes, quien protagoniza a Laura, se ocupa de resolver el misterio de Carmen Zuma, una mujer enigmática que se dedicaba a la ciencia y a dar clases en una escuela de la ciudad Trenque Lauquen, varias generaciones atrás. Todo empieza en la biblioteca, cuando Laura encuentra una carta dentro del libro Autobiografía de una comunista sexualmente emancipada de Alexandra Kollontay; desde ese momento empieza su investigación junto con Chicho, un colega, también biólogo, igual que Laura. Ambos empiezan a ligarse profundamente con la historia de Carmen Zuma y su amante italiano. Un romance epistolar y erótico provoca no solo la curiosidad de Laura y Chicho, sino también entre ellos surge un amorío, a pesar del noviazgo que tiene Laura con su novio Rafael. 

En un Review del sitio British Film Institute titulan la película como un himno épico de lo inclasificable, lo cual me parece muy acertado. La genialidad de un montaje no cronológico manteniendo el suspenso de varios temas entramados es espectacular. Las metáforas van mutando, después de que Laura (la protagonista) se obsesiona con el misterio de Carmen Zuma, se encuentra y conmociona con Elisa Esperanza, un espectro le llama ella. Hay una intuición muy poderosa en seguir los pasos de Elisa. Elisa le pregunta a Laura si ha encontrado flores amarillas, Laura no sabe para que las quiere. Elisa tiene en cautiverio a un ser feral inclasificable que se alimenta de flores amarillas, un ser impalpable, una incógnita, solo se sabe que puede respirar bajo el agua y que cada día muta; como si fuera una sirena, sus gritos son sórdidos, pero tiene la cualidad de ser vista por algún tipo de belleza siniestra (las elipses narrativas una vez más son increíbles: da la casualidad que Elisa está embarazada, su propio cuerpo está siendo también un recinto de un ser irreconocible). 

Todo indica que este ser feral es una especie de leyenda/ficción que se ha desarrollado en Trenque Lauquen desde hace tiempo; bajo una música mística marciana (por Gabriel Chwojnik), lugares nebulosos, un edificio en forma de hongo/ovni, y una laguna misteriosa, la película emana una mezcla extraña pero bien lograda entre Borges y Lynch, con connotaciones de Bolaño en los capítulos, y con un sentido imaginario muy Ursula K. Le Guin. 

Hay algo que llama la atención de Laura sobre estas mujeres: Carmen Zuma y Elisa Esperanza. Tal vez sea el misterio del no revelar, de no ser vistas; en el caso de Carmen, de escapar, de caminar sin rumbo, de perderse, incluso de abandonar a su amante y a su hija. Una necesidad superior las lleva a ser espectros. Cuando Clarice Lispector escribe que “perderse también es camino”, tal vez lo hace por la necesidad que tenemos muchas mujeres de no estar en escena, de no seguir un camino impuesto, de no tener que enfrentar el dictamen social de cumplir con lo establecido: no estar “solas”; pero para Laura, como para muchas de nosotras, la soledad es un estadio del ser, y necesario, una especie de inmutación donde se dan todas las revelaciones posibles. Así como lo preciso la misma Kollontay: 

That I ought not to shape my life according to the given model, that I would have to grow beyond myself in order to be able to discern my life’s true line of vision was an awareness that was mine already in my youngest years”

La película en muchos sentidos es una continua revelación, pero, sobre todo, nos recuerda la importancia y la belleza de usar la genealogía de mujeres escritoras para nuestros propios fines personales, insisto: literatura. Reflejándonos en otras escritoras podemos encontrar nuestros más profundos secretos (o incluso hasta sanar las heridas más profundas de nuestra niña interior). Al igual que Laura llegó a las cartas de Carmen por el libro de Alexandra Kollontay, bien podemos profundizar con lo que algunas otras escritoras revolucionarias nos dejaron: movernos, dejar esas cadenas que menciona Rosa Luxemburgo, o, luchar por ese anarquismo de derecho a las cosas bellas que decía Emma Goldman. Ver películas que jueguen con nuestros sentidos, con nuestro lenguaje; que la ficción y la realidad hagan lo suyo. 

Above all, however, I never let my feelings, the joy or pain of love take the first place in my life in as much as creativity, activity, struggle always occupied the foreground. Alexandra Kollontay 


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