Por: Brenda Marquezhoyos | @brendamaryos
Dune: Parte 2 se presenta como un monumento cinematográfico a la ciencia ficción, pero detrás de su grandilocuencia y sus espectaculares paisajes se esconde una narrativa que, aunque intenta ser profunda, a menudo se ve sofocada por su propia ambición.
Denis Villeneuve, en su afán de ser fiel al material fuente, se adentra aún más en el universo creado por Frank Herbert. Sin embargo, esta fidelidad puede volverse en su contra, ya que la película se siente abrumada por la necesidad de explicar y presentar cada detalle del mundo de Dune. El resultado es una película que se siente demasiado extensa pero resulta corta; es decir, larga en su duración y corta en el desarrollo de sus personajes y tramas secundarias. Esto sería una serie increíble si se tuviera el presupuesto y claro, el tiempo en las agendas de los actores más cotizados del momento.

Si bien es cierto que casi es una copia calca de ese lejano mundo de los Fremen (y muchos más), se complica con el elenco de personajes, varios de estos, nuevos rostros que apenas tienen tiempo suficiente en pantalla para desarrollarse más allá de simples líneas. La química entre Timothée Chalamet y Zendaya, que debería ser el corazón romántico de la historia, se siente forzada y poco convincente, lo que resta impacto a una parte importante de la trama, y el desenlace dé o más bien, lo complicado de este romance, bien podría ser de telenovela de las nueve, y sí, la tercera en discordia es Irulan (Florecen Pugh).
En primer lugar, Timothée Chalamet como Paul Atreides ofrece una actuación notable, pero solo hasta que su personaje tiene que tomar una decisión –digamos, camino de certidumbre–. Ahí es cuando logra capturar la complejidad emocional, desde su lucha interna por aceptar su destino hasta su crecimiento como líder. Su capacidad para transmitir la vulnerabilidad y la determinación de Paul por fin hace que por fin hace que se pueda ver más allá de la celebridad. Aquí, lo complicado de llevar a tantas figuras reconocidas del cine actual es una bendición para la taquilla pero también una maldición en la pantalla, porque es difícil despegar esa imagen, más cuando el personaje comparte el mismo estilo estético.

En cambio, Zendaya como Chani, con un tiempo limitado en pantalla, logra impregnar su dureza, aunque se ve vulnerable ante el enamoramiento. Pisa firme sus creencias y convicciones, ella no se traga las profecías, de ahí la valentía del personaje. Pese a que su química con Chalamet puede parecer algo forzada en momentos, su actuación individual sigue siendo sólida y convincente.
Por otro lado, Florence Pugh interpreta a la princesa Irulan, hija del Emperador Galáctico y una figura importante en la política imperial. Tiene pocas escenas pero logra capturar la elegancia y la astucia de su personaje. Se presenta como una figura intrigante y ambigua; puede parecer distante y fría en un principio, sin embargo, termina por transmitir sus motivaciones y emociones a lo largo de la película.

Otra actuación vertiginosa es la de Rebecca Ferguson como Lady Jessica, quien retrata a su personaje como una figura materna fuerte y decidida, pero también muestra su oscuridad y dudas a medida que se enfrenta a las difíciles decisiones que debe tomar para proteger a su familia y a su pueblo. Aquí una muestra de algunas de las representaciones tan complejas que aparecen casi fugazmente.

Por supuesto, se tiene que hablar de Austin Butler, quien interpreta a Feyd-Rautha, el sobrino sádico del Barón Harkonnen, un personaje importante en la intriga política que se desarrolla en Arrakis. Logra capturar la amenaza y la malicia de su personaje –además de su gran caracterización y escenas de combate–, se presenta como un antagonista convincente y peligroso. Aunque puede carecer de profundidad en comparación con otros personajes, lleva una presencia intimidante y es notorio su motor psicológico.

En lo que respecta a la narrativa, el exceso de la explosión puede ser uno de los puntos débiles de la película, tal vez no, si eres de los amantes de la acción continua, pero de repente es ¿para qué o qué?. Otro punto a discutir es cuando en lugar de permitir que la historia se desarrolle de forma natural, los personajes a menudo se ven obligados a explicar aspectos del universo de Dune entre sí, lo que resulta en diálogos pesados y poco orgánicos que interrumpen el flujo de la narrativa. Se entiende que sea un recurso porque sino, Villeneuve diría que le faltó tiempo para plasmar y bueno, son casi tres horas, usted disponga.
A pesar de no ser fan de lo que ya es una saga, Dune: Parte 2 sigue siendo una experiencia visual impresionante. Los efectos visuales son increíbles y están a la altura para demostrar la belleza del desierto. Logran transportar a un mundo de dunas interminables y peligrosas, pobladas por criaturas alienígenas y culturas nativas; primas de los mismos “valores” simbólicos que la humana, y ahí existe un gran acierto.
El diseño de producción es otro de los aspectos más destacados de la película. Los decorados, vestuarios y accesorios están meticulosamente diseñados para reflejar el mundo futurista y multicultural de Dune. Desde las estructuras de los asentamientos Fremen hasta los opulentos palacios de la nobleza imperial, cada escenario ayuda a dar vida a esta ficción.
El director de fotografía, Greig Fraser, utiliza una paleta de colores que sabe jugar con lo polvoso y las sombras para capturar la majestuosidad de los paisajes desérticos de Arrakis, así como la oscuridad y la intriga de las cortes imperiales. Las composiciones de las escenas están elaboradas para resaltar la escala épica de la historia y la emocionalidad de los personajes. Vaya, que sí es una película para ver en la mejor pantalla de cine que se tenga cerca, aunque a los débiles visuales –caso mío–, puede sacarte un dolor de cabeza, y ahí digo, elige una pantalla de cine, pero normal.

Si algo sobresale y por lo que esta producción tiene que ser más que recordada es por los efectos visuales, especialmente en las escenas de acción y los momentos más espectaculares como las batallas entre las fuerzas Fremen y las tropas Harkonnen, además de las escenas que muestran la vida alienígena en el desierto de Arrakis.
También está la mención especial para la partitura musical, compuesta por Hans Zimmer, que evoca a la grandeza y misterio que complementa la historia y la atmósfera de la película. Mientras tanto, el diseño de sonido inmersivo ayuda a transportar al espectador al mundo de Dune, desde el rugido de los gusanos de arena hasta el zumbido de las naves.

Con esto quiero decir, que es técnicamente brillante en diferentes aspectos y no podría decir que es mala. A mí no me encanta, ni se me hace entrañable a proporción de otras sagas, ni cerca estoy de tener un personaje favorito. Lo cual es preocupante (monetariamente a futuro), porque este tipo de trabajos cuando son bien ejecutados, desencadenan cosas que el marketing está dispuesto a monetizar con los fans. Aquí veo lejos eso más allá de una palomera promocional y por supuesto, una gira de alfombras rojas con sus estrellas actorales.









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