Film Review #FICM2023: Perfect Days

Por: Valentina Ramírez | @PhilomathGo

Mi casa queda lejos de las zonas bonitas para andar, rodeada de banquetas resquebrajadas y bañada por demasiado sol. Llegar a una parte distinta es todo un proceso, pero ya ahí, la luz que se filtra entre las hojas de los árboles, el reflejo en las ventanas de las casas y el piso firme de la banqueta se sienten como una bienvenida. Miro a la gente caminar y sonreír. A veces se siente como si en esos lugares donde hay bancas debajo de los árboles y tienditas locales fuesen sitios donde aparece la comunidad. La gente ahí no se siente tan distante ni tan hostil como en el resto de las calles. Creo que por eso me gusta el urbanismo. Hace que los espacios que de otra forma serían fríos y alienantes se vuelvan cálidos, cercanos y habitables. 

Perfect days es una película sobre un conserje. Koji Yakusho, uno de los actores japoneses más reconocidos internacionalmente (Memorias de una geisha, Babel) interpreta el día a día de Hirayama cuyo trabajo se convierte en el centro de una profunda reflexión sobre la vida y la forma de vivirla. La película es al mismo tiempo un proyecto de dignificación de uno de los trabajos más esenciales de la vida en común en las ciudades, como una poética exploración de la belleza de lo cotidiano. La producción japonesa fue realizada por el director alemán Wim Wenders, quien captura y participa en el estilo del cine japonés contemplativo, el cual en realidad coincide perfectamente con el estilo propio del director.

Hirayama es un hombre callado, eficiente en su trabajo y amante de los libros, la música y las plantas. Su aproximación a su oficio es precisa y delicada, dándole al trabajo de limpiar retretes y lavabos toda la atención que un artista le dedicaría a una pintura. Su rutina es perfecta, pues a mitad de su turno come un sándwich debajo de las densas ramas de los árboles de un templo, y más tarde puede descansar con plenitud en un baño termal e irse a cenar en un bar dónde le regalan una bebida “por su arduo trabajo”. Sólo descansa un día a la semana, pero ese día aprovecha para hacer algunos recados y visitar el bar de una amiga, que le guarda siempre un plato especial. Podríamos llamar al estilo de vida de Hirayama como zen, y quizá ese es el mismo trato que hace la película de su fotografía, su composición y su ritmo. Acompañamos el día a día de este hombre, pero la repetición del ciclo nunca se siente tediosa, sino reconfortante, y es gracias a la misma repetición que podemos captar las diferencias y las novedades, detalles que lentamente van desarrollando al protagonista, a las personas que lo rodean, su pasado y la ciudad, la cual se convierte en la principal compañera de la historia. 

Los baños que atiende Hirayama no son cualquier baño público, pues cada uno de ellos se caracteriza por una hermosa arquitectura y diseño, lo cual enfatiza la actitud contemplativa con la que él lleva a cabo su trabajo. No es coincidencia, pues la película es financiada por el gobierno del barrio de Shibuya, que desde el 2018 dio inicio a un proyecto de urbanismo centrado en los baños públicos de la zona con la intención de promover su uso y mejorar la imagen pública de este servicio. El proyecto de Tokyo Toilet pretende, al igual que muchos otros proyectos de urbanismo modernos, hacer que esos espacios transitorios de las grandes ciudades se vuelvan habitables. La vida ajetreada de la ciudad es uno de los grandes factores de la alienación que vivimos hoy en día, y el intento de hacer que estos espacios sean mucho más que funcionales contribuye a cambiar las relaciones entre las personas y su comunidad. En las ciudades no nos desenvolvemos en espacios donde de verdad queramos estar, sino que vamos de un punto a otro, corriendo, ansiando volver a casa o llegar a algún destino. Pero si las calles mismas son acogedoras, y no sólo prácticas sino bellas, nuestro tránsito se vuelve valioso en sí mismo.

Lo zen nos invita a movernos con calma, de forma premeditada y paciente. Es una filosofía de lo necesario y lo preciso, y quizá por eso se ha popularizado una versión diluída de su técnica, su filosofía y su pensamiento en nuestro contexto capitalista y productivista. Pero creer que lo necesario excluye a la belleza, la tranquilidad, o la justicia, es no comprender la profundidad del zen. Aunque el contexto de esta filosofía entrelaza complejos niveles de religión, ideas, o un sistema social o de pensamiento, hay aspectos de lo que entendemos como zen que sólo se comprenden a través del cuerpo. Por ejemplo, en la forma de habitar el mundo, parando para contemplar la belleza, y actuando de forma precisa hasta en las cosas más comunes y corrientes. 

¿Pero quién puede darse el lujo de disfrutar la belleza del mundo? Una reflexión meditativa de la belleza de lo cotidiano no puede ignorar al ser humano que lo vive y lo experimenta. El testigo de la belleza no puede ser un anónimo desconocido, ni un ser omnisciente desconectado del mundo, es un sujeto, un individuo situado bajo la luz del sol, que transita, al igual que el resto de nosotros, a través de la ciudad, el trabajo y la gente. Pero si es un sujeto real, está a merced de la justa injusticia del azar, de las heridas de convivir con otros, y de las opresiones a las que cualquier individuo puede enfrentarse. La película contiene un esbozo de una crítica social que no es ni estridente ni obvio, pero que está ahí. 

Experimentar, apreciar y reconocer la belleza del mundo no exime a nadie de sufrir, incluso a quien convierte su oficio en una vocación. La vida idílica que llega a tener el protagonista en su aproximación zen a su oficio se puede romper con una sola cosa que salga mal, rompiéndonos el corazón sin tener que decir casi nada. La actuación magistral de Koji Yakusho completa el estudio de un personaje compasivo y complejo, y es la pieza clave que permite que una película tan centrada en la cotidianeidad sumerja al espectador en mucha mayor profundidad. La labor de personas como Hirayama es un trabajo que sostiene la vida de muchos, y sin embargo, pasa invisibilizado, o hasta denigrado, por una sociedad alienada. La película podría haberse reducido a una romantización del valor de este esfuerzo, pero llega mucho más allá al introducir los accidentes y errores que complejizan esta vida, así, no sólo romantiza el trabajo, sino que dignifica la individualidad de aquel que se enfrenta al ajetreado mundo exterior a través de una desafiante calma interior.


Valentina Ramírez
En los últimos años he probado un poco de todo. Pasé de estar estudiando animación digital a ser bailarina de bellydance a periodista. Ahora estudio historia del arte, porque lo único que tienen en común todos mis intereses es que nunca se alejan de la estética, el arte y la belleza.

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