Por: Daniela García Juárez | @danigcjrz
En Yurei (2023), el primer largometraje de la artista y cineasta Sumie Garcia (reconocida por su cortometraje nominado al Ariel Retrato familiar), se habla sobre heridas invisibles y huellas de personajes silentes, rastros tras los cuales cabe imaginar posibilidades de vidas, sentires e historias que han quedado en la opacidad de una memoria incompleta. Las imágenes del documental navegan esa opacidad dando su propia forma al deseo, a la falta; a la necesidad de conocer, entender y amalgamar los huecos que han quedado en la historia de la migración japonesa en México.

Prima el paisaje, retratos de lugares tocados por el paso del tiempo en distintas etapas y a distintos niveles de intimidad. Pasamos de conocer las formas de vida y acercamiento a la identidad japonesa de comunidades enteras de Nikkei (emigrantes japoneses y su descendencia), a escuchar relatos más pequeños como la nieta que lamenta el silencio de sus antepasados, y busca, en la imaginación, re-construir las ruinas de su historia familiar. Las imágenes, a veces más descriptivas, juegan con la perspectiva de los espacios y los seres que lo habitan, capturando las minucias del territorio que hibrida la presencia de dos culturas. Otras veces, son puestas en escena que, a través de la yuxtaposición del cuerpo en movimiento y el espacio, crean alegorías a los sentimientos que desbordan a las palabras. Sumie usa el lenguaje del cine como acercamiento cualitativo a las vivencias particulares y generales de la diáspora.

Como descendientes de migrantes japoneses, se sostiene una idea: hay un dolor siempre latente, una herida que no se puede alcanzar a nombrar ni borrar del todo. El vacío de sentirse escindido, despojado de la verdad y origen. Quizá se trata de un sentir heredado, producto del abandono de la tierra natal; o quizá es la incertidumbre que brindan los fantasmas invisibles. Con Yurei, Sumie Garcia juega a ilustrar dichos fantasmas. A través del ejercicio documental, que es una búsqueda de trozos de la verdad que al final alejan más la verdad como un todo, la directora inmortaliza las preguntas, las dudas y la falta. Como un pintor que desdobla un sentir profundo y ofuscado en trazos abstractos que, sin embargo, lo explican todo, la cineasta crea un mundo audiovisual a partir de aquello que no tiene respuesta. Sin otorgar certezas, con Yurei, Sumie García brinda a la pregunta el consuelo de la forma, del arte.
A continuación, entrevista con la directora.
GaF: ¿Cómo te acercas a construir o reconstruir estos relatos a través del cine? ¿Es el cine lo que te mueve, y has encontrado en tus historias familiares y de la diáspora un área de interés? O es el cine sólo un medio para ilustrar estos relatos y temas que te inquietan y que, como se menciona en la película, están cargados de un silencio que tiene que ser llenado a través de un ejercicio de imaginación? Es un poco, ¿qué es primero, el huevo o la gallina?
Sumie García: Mi trabajo también cubre las artes plásticas, soy artista visual. Así que toda mi vida he tenido un impulso por hacer cine y expresiones fotográficas. Mi búsqueda como cineasta si precede a estos retratos en particular.
Creo que en especial esta película se fue formando a través de un trabajo de investigación bastante largo. Todo empezó con mi cortometraje Retrato familiar, que también estuvo en Morelia en 2017, y trataba sobre mi tío abuelo que tenía una tienda fotográfica en Santa Maria de la Ribera y fue sobreviviente de la bomba de Hiroshima. A través de las proyecciones de este cortometraje conocí a la investigadora Dahil Melgar Tisoc del Museo Nacional de las Culturas del INAH, y ella fue la que me empezó a contar estas historias migratorias japonesas. Para mí fue un shock muy grande porque como descendiente de estas migraciones, no conocía estas historias. Me parecía muy fuerte que hay cachos tan grandes de la historia de México que no conocemos, pero también me hizo cuestionarme mucho mi identidad: ¿quién soy? ¿De dónde vienen estas historias? ¿Cómo las percibo? ¿Cómo me trastocan? Ahí empezó toda esta búsqueda. El documental para mi siempre ha sido una expresión y una herramienta sumamente flexible que puede incorporar muchas de mis inquietudes.

GaF: ¿Yurei es una extensión de estas exploraciones en Retrato familiar?
SG: Mi trabajo con Yurei empezó después. Yo la verdad no tenía interés en hacer un trabajo centrado en lo japonés. Hasta me preocupaba un poco repetir la historia y volverme la chava que hace lo japonés. Pero sentía que era una historia sumamente importante que contar y que el cuestionamiento de cómo pensamos la identidad era una pregunta mucho más amplia que solo lo japonés, sino todos nosotros como mexicanos ¿qué somos? ¿Por qué somos así? ¿Por qué estas minorías no están reconocidas oficialmente? ¿Por qué no formamos parte de la historia? Eso también conlleva un cuestionamiento más grande sobre la migración, en cómo pensábamos antes en la migración, y cómo vamos a acoger las migraciones en un mundo tan cambiante en el que éstas no van a parar.
GaF: ¿Cómo pasas del proceso de investigación sobre los temas migratorios a las alegorías visuales y metáforas sobre la memoria y los fantasmas que exploras en el documental?
SG: Fue un proceso largo y misterioso. Para mi es importante tener métodos sólidos de escribir guión. Yo sí llego a rodaje con un guión bastante específico, no de decirle a la gente que va a decir pero de saber que el lenguaje visual es sumamente importante en el documental. Saber qué vamos a grabar, cómo lo vamos a grabar, cuál es el lenguaje que necesitamos para expresar las ideas que sabemos que probablemente no salgan habladas, como algunos cuestionamientos sobre una percepción de hogar o de paisaje, o cuestionamientos sobre el olvido. Se empiezan a llenar esos huecos y se responden con el lenguaje visual.
La mayoría de la película tiene una narrativa que sigue andando pero al final lo que queríamos es que las imágenes también te están comunicando otras cosas dentro de esa narrativa. Tienes la escucha activa pero al estar viendo la película, hay más información y más capas que comunican, como la música, los gráficos y el material de archivo.

GaF: Hablando del lenguaje visual en Yurei, ¿cómo llegas a tus símbolos y construyes tus imágenes?
SG: Tuve la fortuna de trabajar con un gran fotógrafo, Rodrigo Sandoval Vega Gil. Hubo unas platicas muy ricas sobre cómo se vería la película, cuál sería su intencionalidad. Insistí muchísimo en usar pura luz natural, creo que utilizamos un foco una vez por ahí de noche, pero fuera de eso queríamos que fuera una película muy paisajista, esa fue una palabra clave. Utilizando estos cielos gigantes, que el paisaje te envolviera y te diera esta sensación de escala, de ser una persona muy pequeña e insignificante dentro del cuadro. Creo que para muchas personas el paisaje les da un sentido de lugar. El paisaje te envuelve porque el lugar donde creces forma tu identidad. Eso queríamos que fuera una gran parte.
También usamos como referencia el cine de Ozu, poner la cámara muy cerca del piso para tener los cielos muy grandes y el punto de vista bajo, que también le da una sensación de lo teatral. Muchos de los cuadros son muy planos y esa era parte de la idea, que aludiera a lo teatral. El teatro y la danza japonesa, desde lo clásico pero también moviéndose hacia algo más interpretativo y personal. En el final de la película su formato se deschonga un poco, digamos. Empezamos muy formales en el formato documental, en esta danza Noh que es como muy rígida, y la película va transitando hacia el capítulo de la Ciudad de México que yo lo considero una exploración más íntima mía. Asimismo la danza se vuelve una cosa más personal.
GaF: Cómo ha sido la recepción de tus trabajos enfocados en el tema migratorio japonés en México, ante el desconocimiento de muchas personas de cómo se viven estos fenómenos en el país?
SG: Con Yurei estamos muy emocionados de que va a ser el estreno internacional, la primera vez que sea visto en público. Hasta ahora los comentarios han sido muy entre colegas y periodistas. Pero estoy muy feliz de la recepción al respecto. Creo que contar estas historias poco conocidas es importantísimo para todas las personas involucradas. Pero no solo contarlas sino pensar, como documentalistas, cómo las contamos. No porque el cine sea hecho de esta manera tiene que seguir siendo así y para mi las exploraciones formales son muy importantes.

GaF: ¿Cómo ha impactado hacer este cine autorreferencial y personal en tu forma de pensar y vivir tu identidad como descendiente de migrantes?
SG: Algo interesante es que no quería que Yurei fuera autorreferencial, aunque acaba siendo en el último capítulo. Sentía que la historia era mucho más rica, grande y hermosa que lo que yo sola podría contar. Pero justo encontrarme en los otros fue algo valiosísimo para mi. Siento que vi reflejos y hubo un entendimiento más profundo y una cierta paz, al pensar en mi identidad de esas nuevas maneras, y no acabar con respuestas claras sino con un entendimiento de que va a seguir evolucionando mi identidad, de que no es algo fijo.

GaF: ¿Qué le dirías a las mujeres jóvenes que como en tu caso, quieran acercarse al cine como un medio para hacer preguntas y explorar sus historias personales?
SG: Creo que como mujeres es importantísimo formar redes. Nos tenemos que apoyar entre nosotras. Y también preguntarnos cómo hacemos cine y por qué lo hacemos. Tener espacios de sororidad para platicar sobre tus miedos y lo que quieres hacer, no tener miedo de compartir contactos. Siento que a veces falta una apertura y honestidad entre nosotras, sobre lo que hacemos. Buscar espacios para apoyarnos es muy importante.









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