Por: Natalia Albin | @_nataliaalbin
Un joven con una obsesión que tienta entre erotismo y odio, su objetivo: un golden boy más adinerado que él. Saltburn es una película sobre masculinidades, privilegios y deseos. Aunque la trama no es completamente novedosa, quizá su ejecución más famosa es El talentoso Sr. Ripley de Anthony Minghella (2000), nunca había sido dirigida tan ambiciosamente una mujer. Emerald Fennell, conocida por su debut en «Una joven prometedora» (2020), no teme abordar temas oscuros con una paleta de colores brillantes, ofreciendo visuales tanto perturbadores como exquisitos.

Tomando el estilo literario de academia oscura, popularizado por The Secret History de Donna Tartt, Saltburn comienza en los pasillos clásicos de Oxford, Inglaterra. La narración, a cargo de Oliver Quick (Barry Keoghan), un becario excepcional pero inadaptado, nos lleva desde un punto futuro, revelándonos sus sentimientos ambivalentes: «No estaba enamorado de él, pero claro que lo amaba,» como si no supiera si quiere estar con él o ser él.
Él es Felix Catton (Jacob Elordi) de familia aristocrática y heredero de la fortuna de su familia, toma a Oliver bajo su protección después de un encuentro casual. Su amistad florece rápidamente, cimentada por la historia trágica de Oliver, quien proviene de una familia afectada por adicciones y pobreza. No hay nada más atractivo para el ego de alguien con privilegio que una persona que necesita su ayuda. Y claro, Felix invita a Oliver a pasar el verano en Saltburn, la majestuosa propiedad familiar. Elordi interpreta a Felix con una honestidad que emana de una simpleza única en aquellos acostumbrados a la vida mimada.

En Saltburn, una casona cuasi-castillo con un estilo tan gótico como Oxford, nos encontramos a todo tipo de personajes. El mayordomo aterrorizante, la excéntrica madre (Rosamund Pike) que es “estéticamente alérgica” a la fealdad, el ingenuo padre (Richard E. Grant) que se emociona por prácticamente todo, la hermana deprimida pero perceptiva (Alison Oliver), la trágica amiga de la familia (Carey Mulligan) que apenas toleran y, quizá la persona más importante, Farleigh (Archie Madekwe), el primo y compañero de estudios en Oxford que se rehúsa a aceptar que Oliver haya entrado a sus vidas.

A medida que se desarrolla la historia, impregnada de una estética que oscila entre lo repugnante y lo atractivo, nos sumergimos en una relación similarmente ambivalente con Oliver: experimentando repulsión y atracción simultáneas. Barry Keoghan equilibra magistralmente estas emociones en un rol protagónico que comprueba las habilidades actorales que había puesto sobre la mesa en sus roles anteriores. La química con el elenco es palpable, creando la incertidumbre sobre si quieren besar o matar a Oliver.
Sorprendentemente, la narración de Oliver se mantiene efectiva a lo largo de la película, evitando caer en la exposición o el tono despectivo. Aunque el guion no escapa de la ocasional sobre-explicación, especialmente con pequeños flashbacks que podrían considerarse innecesarios, persiste un simbolismo que, fuera de su ocasional obviedad (en un punto las siluetas de Oliver y Felix literalmente se representan como un venado y un ángel, respectivamente), invita a la audiencia a sentirse parte del juego narrativo.

Saltburn sí es una historia sobre masculinidades y privilegios. Pero, sobre todo, es sobre lo que es capaz el humano cuando estamos atrapados en una situación en la que hay dinero de por medio. Emerald Fennell hábilmente difumina las líneas entre aristócratas y clase media, haciendo que ambas caras de la moneda parezcan casi indistinguibles.
Un simbolismo claro se encuentra en la estatua de un Minotauro en el laberinto de los jardines de la casa (sí, hay un laberinto, quizá castillo es una mejor palabra que casa), reafirmando la idea de que, como en la mitología griega, las circunstancias pueden convertir a cualquiera en una amenaza cuando se sienten atrapados y desolados. Si esta amenaza se refiere a Felix, a Oliver o a las prisiones creadas por los conflictos de clase, queda a la audiencia decidirlo.

Natalia Albin
Es una escritora y emprendedora mexicana viviendo en Londres. Sus escritos generalmente examinan las conexiones entre justicia social, inmigración y feminismos con cine, arte y cultura.









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