Por: Natalia Albin | @_nataliaalbin
Si alguna vez te has preguntado qué pasaría si Amelié fuera vampira, el debut de Ariane Louis-Seize es la respuesta. Louis-Seize ganó la atención de la industria con sus cortometrajes, caracterizados por poner a prueba la zona de confort del espectador al jugar con el borde entre deseo y repulsión. Aunque quizá un poco menos extremo, ese juego existe en Humanist Vampire Seeking Consenting Suicidal Person. Es una película que, dentro de la metáfora vampírica, lidia con dolores adolescentes, el despertar sexual y el consumo ético.

La trama sigue a Sasha (Sarah Montpetit), una vampira que tiene demasiada empatía para su propio bien. Es decir, se rehúsa a matar a alguien para comer. Es un problema que tiene desde niña, causando problemas y curiosidad tanto con sus padres como con pediatras y psicólogos para vampiros. Cuando sus padres, hartos de mantenerla a sus 68 años (cabe mencionar que su apariencia sigue siendo la de una adolescente de no más de 17), la mandan a vivir con su prima Denise (Noémie O’Farrell). Sasha tiene que encontrar una forma de sobrevivir.

Entonces, casi como un ángel -aunque quizá un ángel torpe y sin mucha idea del mundo-, llega Paul (Félix-Antoine Bénard), un niño con tendencias suicidas. Paul no es particularmente popular, con problemas sociales constantes en su escuela y pocas ganas de mejorar. Ambos se dan cuenta que sus problemas podrían resolverse mutuamente: él quiere morir, ella necesita matar.
Quizá el momento más estilística y metafóricamente importante en la película es la escena en que Sasha lleva a Paul a su cuarto para matarlo. Es ver a dos adolescentes incómodos en su primera cita, a punto de tener relaciones sexuales y con los clichés de una típica película adolescente: el vinyl, el baile, el sentarse en la cama sin hablar, el “tal vez sería mejor si apagamos la luz”. Pero, finalmente, Sasha no puede hacerlo (si la metáfora del despertar sexual tardío no estaba clara, los colmillos de Sasha literalmente no salen, por lo tanto no puede morder a Paul).
La aventura que sigue es relativamente típica de cualquier coming-of-age, quizá demasiado típica dada la promesa de la primera mitad de la película. El mundo de los vampiros viviendo entre humanos toma un asiento trasero mientras Sasha y Paul corren alrededor del pueblo intentando vengar a Paul de sus bullies. Quizá era la intención de Louis-Seize, introducirnos a un mundo ecléctico y antipático para recordarnos de su humanidad, pero se puede sentir insatisfactorio como espectador.

Aún así, los momentos entre Paul y Sasha, su amistad e historia de amor llena de la inocencia adolescente y con tintes morbosos que dan paso al humor negro, son sumamente tiernos. Sorprendentemente, dado que estamos viendo a una vampira buscando a alguien suicida, es una relación realista y que se gana el afecto de la audiencia.

Es evidente el cuidado con el cual Louis-Seize construyó una película con referencias a clásicos del género de vampiros, las sombras de Nosferatu, las persecuciones sexualizadas de Drácula, incluso la estética de What We Do in the Shadows, subvirtiendo a una comedia que busca las risas en momentos cotidianos y no extraordinarios.

Humanist Vampire Seeking Consenting Suicidal Person es, en su esencia, una película explorando las incomodidades adolescentes. El miedo a la sexualidad, las ansiedades y depresiones tanto interiores como exteriores, la separación de nuestros padres. Todos los rituales de crecer se representan con tanto humor como cariño, sólo resulta que nuestro personaje principal es una vampira con el terrible síntoma de la empatía y, eventualmente, el amor.

Natalia Albin
Es una escritora y emprendedora mexicana viviendo en Londres. Sus escritos generalmente examinan las conexiones entre justicia social, inmigración y feminismos con cine, arte y cultura.









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